María Granados: entre Rumanía y España
Me llamo María Granados (Cáceres, 1978) y soy arquitecto por la ETSAS, de la que, a pesar de todo lo sufrido, guardo buenos recuerdos y una segunda familia compuesta por amigos y profesores con los que mantengo el contacto a pesar del tiempo y los kilómetros.
Profesionalmente, me gusta encontrarle una explicación racional a la mayoría de las cosas, por eso muchos de mis proyectos se han basado en aplicaciones matemáticas. Me interesa mucho todo el proceso arquitectónico del que nunca se habla y que tanto se desprecia en las escuelas: lo que cuestan las cosas.
Por ese motivo inicié el blog n+1 a finales de 2004. La primera persona que empezó a dejar comentarios con cierta frecuencia fue Juan P. Yakubiuk, y posteriormente José M. Echarte se descolgó con respuestas más largas que mis propias entradas, especialmente por aquella caza de brujas que hubo a cuenta de los Teatros del Canal de Baldeweg. En aquellos días empezó nuestro tri-matrimonio.
Personalmente, también me suelo rodear de racionalidad, me gusta mucho la fotografía y aporrear el piano de vez en cuando.
¿A qué te dedicas? ¿Cómo es tu trabajo?
Homologué mi título en Rumania hace tiempo, y me asocié con un estudio local. Trabajo al mismo tiempo allí y en España, redactando proyectos, supervisando lo que hacen otros y a veces como consultor privado para empresas de distintos países.
Es una manera particular de ejercer la profesión: enfrentarte a normativas nuevas -estudiarlas previamente en un idioma distinto (distinto del inglés, quiero decir)-, utilizar otros sistemas constructivos, construir en condiciones climatológicas extremas, proyectar con presupuestos muy bajos estructuras sobredimensionadas por ley…
En ocasiones es un poco estresante. Acabas negociando en dos o tres idiomas al día porque el ambiente en que te mueves está lleno de personas que vienen de muchos países. He trabajado como consultor para empresas israelíes, alemanas, italianas, españolas, rumanas,… Te da la oportunidad de moverte en otros círculos personales y profesionales a los que no tendrías acceso si te limitas a ser “carne de estudio”.
Al final es una experiencia enriquecedora que me permite viajar mucho -algo que me apasiona- y gracias a la cual conozco gente interesante casi a cada paso de la que puedo aprender algo. [Warning: también tropiezas con gente de la que es mejor no aprender nada (a fe mía)].
¿Cómo llegaste a hacer este trabajo?
Siempre me he sentido atraída por conocer otros países, culturas, idiomas… Tal vez parte de culpa la tenga el hecho de haber nacido en un sitio muy pequeño, de ahí la costumbre de salir a la calle como un explorador (sí, sí… es de Sabina).
Una buena manera de hacerlo a tiempo completo era expatriarme, busqué la oportunidad, surgió y me lancé, llevando la delegación de una empresa española en Rumania durante un año y medio. Cuando decidí dejar España, lo hice totalmente convencida, por eso cuando mi contrato terminó, decidí seguir por mi cuenta, y no descarto continuar por otros países.
¿Por qué estudiaste arquitectura?
Aún recuerdo cuando estaba en el bachillerato y comentaba con una de mis amigas que estudiaríamos arquitectura. Empecé un poco a ciegas, porque nadie de mi familia ni de mi entorno próximo había ejercido esta profesión antes. Me preguntaba qué sería eso de imaginar algo y verlo luego de pie frente de ti… Finalmente mi amiga nunca llegó a empezar la carrera y a buen seguro lleva una vida bastante más relajada que la mía desde su retiro mallorquín.
Disfruté mucho en la Universidad. He sido muy curiosa desde pequeña e intenté aprender todo lo que pude. Investigué sobre temas acústicos en edificios antiguos, y de hecho es algo que retomaré antes o después (más pronto que tarde, vista la crisis). Siempre me han atraído los temas tangentes a la arquitectura, (por lo poco explorados que están) y las relaciones de la arquitectura con otras ciencias.
¿Te han servido de algo tus estudios de arquitectura? ¿Para qué?
Absolutamente sí. Mi perfil es, a priori, inusual. Primero por ser mujer y segundo por dedicarme a actividades que no son 100% propias de un arquitecto. Pero al mismo tiempo es atractivo para muchas empresas, porque todos los técnicos hablamos el mismo idioma independientemente del país en el que nos formemos y eso simplifica muchas cosas.
La condición de técnico y expatriado es interesante para otros sectores de actividad que no te planteas como primera opción, pero que acaban cruzándose en tu camino, como por ejemplo los medios de comunicación, he colaborado con publicaciones especializadas turcas, danesas, americanas… Si no hubiera sido arquitecto, mi capacidad de análisis para según qué temas no hubiera sido posible.
¿Consideras que lo que haces es arquitectura? ¿Te sientes arquitecta?
Por supuesto que sí, porque no he dejado de proyectar. Creo que tengo una visión más completa de todo lo que puede afectar externamente al desarrollo de un proyecto: puedo ponerme en la piel de la empresa que contrata los servicios de un arquitecto, ver qué espera de ti como técnico más allá de tu proyecto, conocer los motivos externos por los que se producen modificaciones, ajustarte a la realidad del mercado -últimamente tan variable-, adaptarte a la cambiante legislación de un país que -supuestamente- es/era una economía emergente.
Trabajo en un país que ha pasado de estar totalmente reglado por la administración a un vacío casi total de normativa, con gobiernos inestables que cambian de representantes y de leyes cada dos meses, con medidas que se toman específicamente para alejar al inversor (realmente sólo intentan alejar al especulador, pero el inversor se ve atrapado por esas decisiones)
A eso hay que sumar la adaptación a estándares europeos, eurocódigos y códigos técnicos propios de cada país… Sí, es la jungla. Hay cuestiones de obligado cumplimiento que dejan bizco al más pintado (la primera vez, luego te acostumbras) como por ejemplo, la inclusión de refugios antiaéreos en todas las promociones de nueva construcción. A veces se acaban los idiomas para intentar explicar a un inversor que deberá gastar una cantidad ingente de dinero en un espacio que probablemente nunca nadie utilizará.
¿Echas de menos proyectar edificios?
No, porque no he dejado de hacerlo, lo compatibilizo con otras partes de la profesión que me permiten tener una idea más ajustada a la realidad de lo que espera cada uno de los agentes que intervienen en el sector de la construcción y la promoción inmobiliaria. Estar a ambos lados de la mesa es enriquecedor, simplifica muchas cosas y ahorra mucho tiempo.
En ningún momento me he arrepentido de las decisiones que he tomado profesionalmente, porque también me han hecho crecer personalmente, permitiéndome viajar, aprender otros idiomas y conocer la realidad que no sale en los periódicos. Mi visión de Europa del Este y de mi misma ha cambiado en los últimos años.