Jordi Balari: arquitectura y cooperación
Nací en Barcelona (marzo 1936). Viví, aunque no la recuerdo, la guerra civil. Viví la postguerra que, para mi fue, seguramente, menos dura que para un amplio segmento de la población. Estudié bachillerato (7 años) en un instituto, lo que me hizo entrar en contacto con compañeros de clases sociales muy diversas. Me gradué como arquitecto en 1962 en Barcelona (entonces sólo había dos escuelas en España) y empecé a trabajar como profesional liberal montando despacho propio con otros dos colegas. No había muchas más alternativas en aquel momento, a parte de ser funcionario del régimen lo que no me apetecía nada por razones ideológicas, entre otras cosas. Desde finales de los años 80 comparto despacho con mi esposa, de origen italiano, con estudios de arquitectura en el Politécnico de Torino. Estudié arquitectura no por auténtica vocación pues estuve dudando entre ingeniería y arquitectura hasta que la vertiente artística de esta última me sedujo para decidirme. Sin embargo, sigo calculando mis estructuras. Siempre hemos mantenido un despacho sin un gran volumen de trabajo y hemos intentado realizar nuestro trabajo con el máximo de honradez y profesionalidad. No fue hasta principios de los años 70 (tardofranquismo) que empecé a comprometerme en actuaciones de tipo social (asociaciones de vecinos) con el componente político (y riesgo) que ello comportaba enfocado desde una óptica claramente izquierdista. Fui presidente de la Associació de Veïns Vila de Gràcia hasta 1974 y, posteriormente, participé en acciones reivindicativas relativas a la creación de equipamientos escolares públicos de los que Barcelona estaba muy necesitada en aquella época. A partir de las primeras Elecciones Generales de 1977 me dediqué exclusivamente a mi estudio de arquitectura y no fue hasta 1992 en que intervine en la fundación de Arquitectos Sin Fronteras que no volví a actividades de tipo social, en este caso en el campo de la cooperación compatibilizando mi trabajo como voluntario con la actividad profesional “convencional” de mi estudio de arquitectura. La cooperación me “enganchó” y, lentamente, fui tomando conciencia de que podría ser una opción profesional muy digna, no sólo para un arquitecto, sino para muchos otros tipos de profesionales tanto por sus componentes de acción social como de solidaridad. Poco a poco fue creciendo en mí la idea de que las ONGs (aunque no todas) cristalizan la movilización de una sociedad civil muy crítica con los partidos políticos, cada vez menos capacitados para resolver los problemas de la ciudadanía. En efecto, la imitación de los sistemas de la “democracia” yanqui, con espectaculares campañas electorales con grandes gastos económicos y el consiguiente endeudamiento y sumisión de los partidos a los financiadores de las campañas los han ido inhabilitando para su función. La democracia la hemos de defender todos los ciudadanos en el día a día y no sólo votando cada cuatro años. La sociedad civil, através de las ONGs, está realizando, en parte, este trabajo. Con esta idea he estado trabajando en ASF en relaciones internacionales (1996-2007) hasta conseguir la creación de la red Architecture Sans Frontières-International (link is external) par poder trabajar en cooperación con otras redes ya existentes en el mundo. Paralelamente, intento compatibilizar todas estas actividades como aficionado a la astronomía (apasionante), la confección de mapas históricos y estudio de lenguas, aunque ahora ya soy un poco mayorcito para aprender de nuevas. Soy bilingüe catalán/castellano y puedo hablar y escribir en italiano, francés e inglés. He estudiado alemán y ruso y conozco los alfabetos griego, cirílico y árabe.
¿A qué te dedicas? ¿Cómo es tu trabajo?
Ejerzo como arquitecto con despacho propio como libre profesional desde 1963. Dependiendo de los momentos recibo encargos de la administración, de privados o de ambos. He estado muchos años en el campo de las construcciones escolares públicas y, ahora, principalmente en construcción de vivienda. Hasta aquí el ejercicio “convencional” de la profesión, el que todos imaginan, encargos, redacción de proyectos y dirección de obra. El problema es que, con el paso del tiempo, con el aumento de la burocracia y aumento en la complejidad de la normativa, el arquitecto se está convirtiendo cada vez más en un gestor de no se sabe bien, bien de qué. Compagino mi trabajo como libre profesional con el trabajo de voluntario en Arquitectos Sin Fronteras de la que soy miembro fundador y presidente en el momento actual. En este campo, realizamos proyectos de cooperación para el desarrollo en colaboración con otras ONGs tanto en cooperación internacional (3er mundo) como en cooperación local (4º mundo). Mi experiencia en cooperación se remonta a 1992 con la fundación de ASF, organización de la que he sido secretario (1993-1998), coordinador (1998-2000), responsable de relaciones internacionales (1996-2007) y presidente desde 2007. Como miembro de ASF-España he contribuido a la fundación de ASF-International, red de 16 ONGs, de la que, también soy presidente en la actualidad. Esta dicotomía me provoca muchas contradicciones ya que, por un lado, trabajo “integrado” en un sistema básicamente explotador y, por otro, estoy inmerso en el mundo de la solidaridad y del trabajo en red con otras organizaciones.
¿Cómo llegaste a hacer este trabajo?
Siguiendo con mi dicotomía, inicié mi trabajo como profesional liberal como consecuencia lógica después de mi graduación en la Escuela de Arquitectura de Barcelona. Ya he dicho que, en aquel momento (1962), o eras funcionario de un régimen impresentable o profesional liberal, con muy pocos matices entre medio. El mundo de las ONGs, como reacción a los abusos de un sistema hacia los colectivos más desfavorecidos se empezó a mover a finales de los años 70, principio de los 80, con la fundación de Greenpeace, Médecins Sans Frontières, Africa ’70, Architectes Sans Frontières, entre otras. Mi participación en la fundación de ASF-E (1992) simplemente “ocurrió”. Acudí a una serie de reuniones que algunos colegas que habían colaborado con MSF convocaron con el fin de fundar una ONG propia siempre con la referencia de Architectes Sans Frontières.
¿Por qué estudiaste arquitectura?
No fue una vocación largamente mantenida. En realidad, hasta que no terminé el bachillerato en 1953, no me decidí entre ingeniería y arquitectura. No había precedentes en mi familia, dedicada a los productos farmacéuticos, cosa que no me interesaba lo más mínimo. Como ya he dicho, supongo que la vertiente artística de la arquitectura y el hecho de que me gustara dibujar fueron hechos que contribuyeron en mi decisión.
¿Te han servido de algo tus estudios de arquitectura? ¿Para qué?
Evidentemente que me han servido puesto que mi actividad principal es la de realizar proyectos y direcciones de obra. Es lo que llevo haciendo desde 1963. En el campo de la cooperación me ha servido menos, puesto que en este campo, me he dedicado fundamentalmente a aspectos más de gestión que de proyecto propiamente dicho habiendo participado sólo marginalmente en la formulación de proyectos de cooperación como responsable, concretamente en Chiapas (México) y en Neuquén (Patagonia Argentina).
¿Consideras que lo que haces es arquitectura? ¿Te sientes arquitecto?
Para mi la arquitectura consiste, principalmente, en proyectar espacios comprensibles. Las personas a veces no lo interiorizan pero ocurre que en algunos espacios no se sienten a gusto y no saben por qué y esto les produce una cierta inquietud. Al contrario hay espacios que despiden tranquilidad y uno se siente a gusto en ellos. Yo los llamo espacios comprensibles y, para mí, el más comprensible de todos ha de ser la propia vivienda. Es trágico no sentirse a gusto en la propia vivienda y esto ocurre con frecuencia. Creo que el arquitecto es responsable de ello en una buena parte. Pues sí, me siento arquitecto. Después de tantos años creo que puedo decir que me siento arquitecto con todos los tics y manías que ello comporta y que, en mayor o menor grado, comparto con una gran parte del colectivo.
¿Echas de menos proyectar edificios?
No, no lo hecho de menos puesto que es lo que hago como trabajo habitual. Tampoco me he arrepentido de mi decisión de optar por ser arquitecto; creo que es una actividad lo suficientemente variada como para no cansarse o aburrirse de ejercerla. En este aspecto estoy satisfecho. En otros aspectos, el sometimiento constante al dinero, el sometimiento constante al mal gusto dominante a la incomprensión ante muchas de las soluciones propuestas, no, evidentemente no me siento satisfecho.